Dejé mi barrio y me despediste con una sonrisa de aliento que no temí volver la mirada atrás; navegué los mares, caminé los desiertos, dormí bajo estrellas; la busqué en los continentes más ajenos; imaginé encontrarla bajo la sombra de un baobab, en las arenas tibias de las Maldivas o bajo copos helados en Buda o Pest; pensé que su piel podía ser blanca sólida como salineras de cordillera o verde frágil como victoria amazónica. Creí verte de espalda contemplando un monasterio, una iglesia o una hermita... pero no te encontré. Abatido emprendí mi regreso; llegando a mi origen, al punto de partida te encontré con la misma sonrisa con que me despediste; entendí entonces que el amor está tan cerca que a veces cuesta verlo...
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